Hoy no toca Primer Capítulo pero si otro ejercicio de taller.
En esta ocasión era sobre fan-ficción, esa corriente literaria cada vez más
aceptada gracias a su éxito comercial. En mi caso se supone que he hecho un cross-over
entre El Quijote y Star Wars. Sin embargo la idea era bastante anterior al
taller y mi intención era otra: ¿Por qué hay tan pocas adaptaciones de nuestros
clásicos que se salgan del respeto reverencial al original? ¿Por qué en España
existe ese empeño en que los escolares lean El Quijote tal como fue concebido y
ese horrorizado pudor ante cualquier adaptación? Tengo mis respuestas, pero me iría
por las ramas. Las consecuencias son obvias, los clásicos no llegan a nuevos
públicos ni a los más jóvenes. Meterlo por decreto en las aulas implica que se
convierta en un tostón académico para sacar nota, odiado y olvidado en meses. Forzar
el original implica que nunca salga del nicho de los frikis más puristas.
En el mundo anglosajón parece que no existe ese problema. De
Shakespeare se han visto todo tipo de versiones, saltos de género, cross-over… Desde
clásicos de la ciencia ficción, como Planeta Prohibido (adaptación de La
Tempestad de Shakespeare) hasta apariciones de su autor como personaje en Dr.
Who, entre muchos casos que ahora no vienen a mi memoria.
Tampoco los japoneses tienen problema con eso, y ahí tenemos
todos esos manga y anime, capaces de usar todo tipo de referencias culturales, de
alta o baja cultura, con todo el descaro imaginable. Dicho a lo basto: para los
orientales la esencia es permanente, y la forma solo es su expresión. Por mucho
que cambie la forma, la esencia sigue inalterada. En cambio en occidente parece
que cambiar la forma ya altera el contenido de forma fundamental y el autor que
lo hace ya es venerado como un santo, dando como resultado la insustancialidad
posmoderna…
Tradiciones distintas, sí, pero dado que somos tan
aficionados a la colonización cultural y usamos alegremente palabras como coach,
manga, emoji o crossover. ¿Por qué no imitarlos en eso también? ¿Por qué hemos
tenido que esperar hasta 2015 a que ese Dr. Who a la española que es El
Ministerio del Tiempo empiece a hacer algo parecido?
En los 80, después del éxito de Star Wars estuvo de moda
convertir en saga espacial todo, uno de tantos horrores a los que nos somete la
industria comercial para masas iletradas… Como sabemos parte del éxito de Star
Wars viene de que mezcla todo tipo de mitologías: budismo zen, cristianismo, samuráis,
el lejano oeste, nórdicas, heroicas... dando como resultado una suave papilla que deleita a nuestro inconsciente colectivo. Un truco que
obviamente esta fuera del alcance del intelecto de cualquier ejecutivo falto de
ideas, sin embargo, entre las numerosas imitaciones quizá la que mejor captó la
esencia del tema fue la serie “Ulises 31”, una de tantas coproducciones
euro-japonesas realizadas durante esos años, gracias a la cual, todos los de mi
quinta supimos de las historias de los dioses griegos. Una aberración
para los puristas “Quien quiera que se atreva a desafiar el poder de los dioses
merece ser castigado…”
Sin embargo, sin esa serie, con un señor Ulises con melenas a lo Bee Gees y espada laser, muchos no tendríamos la mitología clásica como algo divertido, sino como ese tostón a traducir en clase de griego, porque si no, no apruebas, tu padre se enfada y algún político no puede fardar ante sus amigotes europeos de buenas cifras en Pisa. La letra con coacción, no entra.
Sin embargo, sin esa serie, con un señor Ulises con melenas a lo Bee Gees y espada laser, muchos no tendríamos la mitología clásica como algo divertido, sino como ese tostón a traducir en clase de griego, porque si no, no apruebas, tu padre se enfada y algún político no puede fardar ante sus amigotes europeos de buenas cifras en Pisa. La letra con coacción, no entra.
Así que todos estos complejos pensamientos con el paso de los
años han llevado al relatito de hoy. Oh, frikis galácticos, conocedores de la
materia, ved por vosotros mismos si algo como El Quijote no encaja
perfectamente en ese universo. Si Cervantes escribiera su obra hoy no nos cabe ninguna
duda de a qué tribu urbana pertenecería su protagonista, humillado en televisión,
y mirado con paternalista desprecio por
bachilleres culturetas y puristas...
Y tras este demasiado largo preámbulo, hoy presentamos:
El Burlado Maestro Quijano
Compuesto por German Núñez López, dirigido al honorable Lord
Vader y su majestad, el noble, justo y magnánimo emperador Palpatine.
En un lugar de la galaxia, de cuyo nombre no quiero
acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un caballero de los de sable apagado,
túnica raída, nave oxidada y droide protestón. Una olla con algo más de Bantha
que de Dewback, carne de Womp Rat la mayoría de noches, duelos y quebrantos los
sábados, sopa tusken los viernes, algún Mynock de añadidura los domingos,
consumían tres partes de sus créditos, que apenas le daban para reponer una
túnica gastada, o comprar unas botas de cuero para el desierto, aunque los días
de fiesta se honraba con una vieja capa de pelo de Wampa. Tenía en su casa un R-4
de mantenimiento que revisaba puntualmente los evaporadores de humedad, y una
moto speeder de más de veinte años, y un Jawa de granja y mercado, que así
engrasaba los droides como se iba al puerto espacial a venderlos como chatarra.
Frisaba la edad de nuestro caballero los cincuenta años, era de complexión
recia, seco de carnes, enjuto de rostro: gran madrugador y enemigo de la caza. Se
dice que tenía el apodo de Quijada o Quesada (que en esto ni el propio George
Lucas se aclaraba, ya no hablemos de Disney), aunque por conjeturas verosímiles
se deja entender que se llama Quijano; pero esto importa poco a nuestro relato;
basta que su historia no se salga un punto de la verdad.
En realidad nuestro buen caballero no era tal caballero,
sino un simple granjero con la difícil cualidad de tener una gran imaginación y
un temperamento sugestionable. Este granjero, pasada la edad de medrar y una
vez asentado, se aficiono en exceso a la visión de holo-rollos sobre las
aventuras de los decadentes y corruptos caballeros Jedi, antigua secta
religiosa, hoy extinta, que en su día fue condenada por conspiración,
financiación ilegal de templos y naves, y secuestro de niños, y por tanto
declarada proscrita por nuestro amado emperador Palpatine. Sin embargo por
intereses comerciales los directores de holo-películas han querido embellecer
la realidad, transformando los Jedi en héroes legendarios, al tiempo que complejos
y ambiguos, que vivieron todo tipo de aventuras convencidos de que tenían la
verdad y la justicia de su lado, y por tanto dispuestos a asesinar en masa a
los que consideraban sus malignos enemigos. Estas fantasías trastornaron la
mente de nuestro granjero de nombre Quijano. Un día tuvo un choque con su viejo
y cochambroso speeder. No fue grave y el medico calamari dijo que solo tenía
una leve conmoción cerebral, sin embargo despertó asegurando que había sentido una
gran conmoción en la fuerza, que tenía poderes Jedi y quería recibir
entrenamiento como padawan.
Sin embargo al no encontrar ningún maestro en los
alrededores decidió entrenarse a sí
mismo, con todo lo que había aprendido viendo holo-rollos. Pasó meses en
el monte y el desierto practicando sus poderes imaginarios a solas, para evitar
las burlas de sus amigos de Mos Eisley (pues si hay un lugar más alejado del
centro del universo y de cuyo nombre nadie se acuerda, al menos según las
películas, ese es el planeta Tatooine). Cuando considero que había completado
su entrenamiento, tras soñar que lo había visitado el fantasma de un tal
Maestro Kenobi, tal era su obsesión con el tema. Se cortó la coleta torera que
se había dejado crecer, después cogió su túnica raída, y se la subió a modo de
capucha. Como no tenía pilas para el viejo sable que rescato de la chatarra, le
metió un recio palo en el agujero, sabedor de que tendría efectos igualmente
contundentes, y lo pinto de azul fosforescente para crear un buen efecto. Luego
se dedicó a limpiar y acondicionar su oxidada nave, a la que decidió bautizar
como Rocín Flaco: estaba dispuesto a viajar por los planetas para vivir
aventuras, desfacer entuertos y matar Sith malos en peleas con sables de luz, como
todo buen caballero Jedi. Solo le faltaban dos cosas: la princesa y el
contrabandista amigo, así que se fue a la cantina de Mos Eisley. Donde contrató
a un enorme wookie de nombre Sanchow, que pilotaría el Rocín Flaco, aunque ya
disponía de su propio T-16.
Tras algunas semanas probando la nave dando vueltas sobre Tatooine,
Sanchow y el caballero Quijano se hicieron amigos. El wookie llevaba muchos
años recorriendo toda la galaxia, y había visto cosas muy raras, pero no creía
en fuerzas misteriosas y mantenía sus peludos pies en la dura realidad, sin
embargo aprendió a aceptar de buen grado las rarezas de su nuevo jefe. Quijano
había vendido su granja para poder contratarlo. Tal gesto de sacrifico hizo que
decidiera tener un pacto de vida wookie con él.
Cuando estuvo todo preparado ambos acudieron a la cantina,
donde estaba Dulce, tomando unas copas con su novio, el bachiller Solo, y su
mejor amigo, Greedo, un rodiano de piel verde y ojos saltones. Sanchow y el Jedi
imaginario se presentaron ante la mesa con su estrafalario aspecto, Quijano
hizo un gesto con la mano frente a la cara de Solo, esperando que sus trucos
mentales jedi surtieran efecto.
—Dulce, hemos terminado, creo que Quijano es mejor partido
para ti.
El resultado del truco fue que Dulce enrojeció indignada y
furiosa.
—¡Estás loco, no puedo creer que me hagas esto en mi propia
cara, como si yo no estuviera aquí, y este atontado mandara en mí, eres un
obseso, un machista, un…!
—Dulce, hemos terminado, creo que Quijano es mejor partido
para ti —dijo Solo con ojos vidriosos, Dulce se quedó con la boca abierta,
hasta que se fijó en cómo le guiñaba el ojo.
—Groarrraraeeeaarrrr —dijo Sanchow, advirtiendo a Quijano.
—Calla, tonto, no ves que ha funcionado, ella será mi
princesa.
Días más tarde Dulce se encontró a si misma sentada dentro
del Rocín Flaco, viendo jugar a Sanchow y Greedo al dejarik de figuras
holográficas. Bostezó aburrida, y se volvió a Quijano, que se había dejado
barba para completar el efecto.
—Está bien, seré tu princesa, pero primero me tienes que
demostrar que eres un Jedi de verdad.
—Yo tengo la solución —dijo Solo, entrando con un casco
opaco entre las manos—, con esto no podrá ver nada, y tendrá que esquivar los
laserazos de este droide de entrenamiento usando la fuerza, lo mismo podrá ver
a los lejanos y todo, ¿estás dispuesto?
—Groaaarrr-eeeeh.
—Calla, felpudo con patas, claro que estoy dispuesto.
—Roaurrrr-breeeeroooor —le espetó Sanchow.
—Está bien, iré a mi bola, me da igual si no arrancas brazos
por mí, quédate ahí sentado.
Solo activó el droide con gesto solemne, conteniendo la
sonrisa, le puso el casco opaco, y lo volteó varias veces sobre sí mismo, para
que no tuviera ni idea de donde estaba. Entre risas ahogadas Dulce, Greedo y Solo
guiaron al confiado Quijano a la rampa de salida, pinchándole con un palo
preparado al efecto. En el hangar estaba reunido medio Mos Eisley. Todos se
rieron con ganas ante la humillación del falso y patético Jedi, y el comandante
de las tropas de asalto aplaudió satisfecho: era una excelente propaganda
contra los rebeldes y enemigos del imperio. Al pobre caballero Quijano le
hicieron hacer toda clase de payasadas a ciegas, llegó a creerse que volaba con
la fuerza, y demás inverosímiles situaciones. Al final lo guiaron hasta un
bidón de agua con grasa, cayendo dentro entre escandalosas carcajadas, cuando
logro salir le lanzaron montones de plumas. Dulce se quedó seria al comprender
que se estaban pasando años luz.
Avergonzado Quijano dejo Tatooine, pero no se amilano, y
durante años recorrió la galaxia pretendiendo ser Jedi, viviendo toda clase de
estrafalarias aventuras.
La historia del falso Jedi de fantasía se convirtió en tema
tendencia en la holonet, llegaron a hacerse holo-películas y así surgieron
imitadores, como el gun-gan gordo de Naboo simulando manejar un doble sable de
luz agitando un palo de escoba. Aquello había llegado demasiado lejos y Dulce,
para entonces ya simpatizante de la rebelión, hablo seriamente con Solo.
Un día, estando en Coruscant, el cosmopolita planeta ciudad
capital del imperio, el caballero Quijano recibió un carta de un aprendiz Sith,
entrenado secretamente por el propio Darth Vader, al que las malas lenguas
atribuían oscuros poderes jedi, aunque por supuesto, nadie se atrevía a
burlarse de él, pues todo el que lo hacía aparecía estrangulado en extrañas
circunstancias. El Sith misterioso lo retaba, había secuestrado a Dulce, si
quería liberarla, tendría que derrotarlo.
El Rocín Flaco aterrizo ominoso sobre una playa de vías de
Coruscant, donde un regimiento de tropas de asalto seria el testigo silencioso
del duelo. El Sith, Darth Luna, estaba allí, embozado de negro, con su rostro
cubierto por la siniestra mascara tradicional. Quijano dejo a Sanchow en la
cabina y con teatrales andares descendió la rampa, rumbo a su noble destino.
Obviamente, tras breve combate, cayó derrotado ante un
contrincante más joven y fuerte, y que, por si fuera poco, manejaba un sable de
luz autentico y en perfecto funcionamiento.
Colocando el sable rojo junto a su cuello le dijo que le
perdonaría la vida, pues había luchado como un auténtico maestro de los viejos
tiempos, pero le hizo jurar lealtad al emperador y que se exiliaría en Dagobah,
despareciendo de la circulación, sino Dulce moriría. Quijano aceptó entre
lágrimas y partió con su nave, mientras Sanchow rumoreaba triste y escéptico a
su lado.
Una vez solo el Sith se quitó la máscara y resulto ser Solo,
que tuvo que abrazar a una compungida Dulce, que sentía agudos remordimientos
por lo que acababan de hacer. Alrededor los maniquís vestidos como tropas de
asalto seguían silenciosos en el gélido paisaje industrial.
Días más tarde el bachiller Solo devolvió el sable al museo y allí acabo
su historia. Nunca se volvió a saber del maestro Quijano, aunque se rumorea que
ronda por la galaxia un wookie pretendiendo ser Jedi al que se busca por
rebelde.
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