Nuevo relatito, sobre eso del amor y los móviles...
Buscarte
Triste porque él ya no la llamaba, ella decidió buscarlo en
su móvil. Se hizo pequeña, se desnudó hasta quedar en bañador y con un grácil
saltito, se sumergió en la pantalla táctil. Ya estaba dentro del aparato,
dispuesta a encontrarlo, pero en lugar de etéreo mundo de electrones y cuantos
que esperaba, se vio rodeada por desfiladeros verdes y acantilados de metales
raros. Sola, apenas cubierta por un pedazo de tela acrílica, caminó entre los fríos muros
bajo un cielo de plástico negro. Se perdió varias veces en el laberinto
fabricado en Taiwán, Singapur, Lahore y San Diego, California. Sin embargo se sabía una
chica tenaz y pronto volvía a dar con la dirección entre las calles de circuitos
integrados. Tropezó con el cerebro de demasiados núcleos, donde pudo calentarse,
y siguiendo las autopistas doradas llegó hasta la memoria. Si miraba dentro sabría
si él entraba en su perfil, la hora real
en que se iba a dormir, y lo que se decía con las otras chicas, esas que llamaba amigas... Retrocedió
asustada, no quería saber eso, solo quería estar con él.
Su bañador se desgarró
al engancharse en una soldadura, se manchó los pies de sangre al pisar una
aleación traída del Congo y no veía la salida del bosque de patillas plateadas. Se dio
cuenta que si la batería se gastaba, quedaría atrapada en su móvil para siempre. ¡Joder! Encontrar a
alguien en el teléfono era más complicado de lo que ella había creído, y aunque lo lograra,
todavía tendría que atravesar el pantano del sueño, la selva de las otras
conversaciones y el desierto sin tiempo. ¡Qué fácil sería todo si él la
llamase! Al gritar desde las profundidades del aparato él pudo oírla, al fin,
pero tenía tres grupos de charla abiertos a la vez y se tomaba una cerveza con
alguien... Así que la pobre vocecita se perdió, ignorada, en el ruido del terraza. Entonces ella supo la
verdad. Se hizo un ovillo bajo un
condensador y cuando la luz se agotó del todo, lloró, desesperada. Era inútil, incluso si
llegaba hasta lo alto de la montaña, todavía tendría que pasar la prueba real:
quedar con él... y eso solo sería el principio. Desnuda a lo feo, mugrienta,
con el pelo hecho un desastre y las uñas rotas, tal como estaba, no cabía duda que
la cita sería un desastre. Lloró, desconsolada, largo rato.
De repente una claridad la
iluminó. Era el fantasma de la fuerza de Steve Jobs. Lo miró atónita sentarse a su lado. Le contó que su idea era
crear un artilugio para comunicar a la gente, pero al darse cuenta de que solo
había inventado una barrera más entre
las personas, supo que había fracasado y decidió exiliarse. ¡Pero tú te moriste
de cáncer, cabrón! Le chilló ella, incrédula. Jobs admitió que era cierto. En
realidad era mentira: no se arrepentía en absoluto. Crear una barrera te hace
imprescindible para cruzarla, lo cual lo hizo asquerosamente rico y una especie
de dios absurdo, pero al menos creó algo bueno con Pixar... Movió leve su mano.
Ella se encontró de
nuevo en su habitación arrasada, sudorosa en el suelo, a su lado estaba el
móvil destrozado. Su madre aporreaba la puerta, angustiada, preguntando qué
le pasaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario