miércoles, 31 de diciembre de 2014

31 de diciembre



Siendo el último día del año toca hacer recapitulación. El año pasado, todavía 2013, se resumió en escribir No-Lovelife y dejarlo a medias, salir por primera vez con una chica, duro tres semanas y su resultado final fue quedarme tal como estaba e inmunizarme a los horrores del Whatsapp, como expuse en mi anterior proyecto fracasado de blog y…, hmmm, ya. El 2014 se resume en volver a cagarla con ese asunto que no se acaba de resolver porque la otra parte sigue procrastinando la solución, constatar que La Maldición™ existe tras variados e infructuosos esfuerzos de ligar por Internet en tres webs de ligoteo diferentes, mi clásica serie de Proyectos Inconclusos dejados a medias –un blog, dos intentos de seguir No-Lovelife camino de tres, una novela, varios sesudos artículos…–, mi glorioso retorno al horario diurno de mí juventud y como consecuencia poder apuntarme al Taller de Escritura Creativa, todo complementado por una buena guarnición de diversos estilos de vegetar, como mirar el techo, jugar solitarios con el móvil (es tan poético) o matar cosas virtuales en videojuegos, sin olvidar la inauguración de este blog. 

Así que hoy presentamos algunos ejemplos de 2014. 

Para empezar el prólogo currado de No-Lovelife, un experimento de como mezclar música y escritura que hice allá en verano, con más éxito que el subido hace un par de semanas, pero que, como es obvio si lo veis, tiene tal cantidad de curro que seguirlo a ese nivel me sobrepasa. Vedlo.







Finalmente dos micro-relatos del mes de noviembre, presentados al concurso de El País, y que ya colgué en Facebook, pero que por aquí quedan más bonito. El primero un exitoso ejercicio de clase, presentarlo para el concurso era parte de los deberes.



Lógica

En realidad esto del amor no tenía ninguna lógica. Mi primera experiencia la tuve con 13 años, fue con un niño encantador, un verano, el septiembre le rompí la nariz, compréndase, era un niño, yo una mujer de 13 años. Mi gran amor adolescente duró siete años, le partí un diente, fue accidental, pero el principio del fin. Una chica me besó, era un juego, pero le mordí la lengua, sangró como una gorrina. Quería mucho a mi perro, lo atropellé con el coche, estaba borracha. Tuve otro novio, cuando quedó invalido le pegué un puñetazo, doy pena. Fin. Más me vale pensar que no tenía ninguna lógica, ¿verdad?



El segundo gustó menos, porque solo los entendidos saben de qué va en realidad.


Ciento Una

Había escrito cien veces: te quiero. Cuando llegó a la ciento una cayó en la cuenta de que aunque escribiera aquel monologo de dos palabras un millón de veces más nada podría cambiar lo inamovible. Las calabazas están esculpidas en la misma piedra que los escudos tectónicos de mil millones de años donde encontraron el primer fósil. Lo dijo su amigo: nada puede cambiar una impresión equivocada, todo serán agravantes para la Karma Police. Debes guardar silencio, todo lo que digas será usado en tu contra. Había escrito cien veces: sufro un grave caso de neurosis obsesiva con alteración del equilibrio bioquímico cerebral, huye mientras puedas.


En fin, me despido hasta el año que viene. Lo más bonito y satisfactorio de 2014 fue cuando ella me abrazo y también me puso en los créditos de su obra, por primera vez salía en los créditos de algo… Lástima que luego se malograra todo, otra vez... 

Continuación en próximos episodios de No-Lovelife.

P.D.: Ah, y fue el año que cumplí los 40, como he podido olvidarlo... ¿Será que ya he superado la crisis de los 40?