Como edición especial del puente de octubre hoy subo uno de
esos ejercicios de taller. El original es de enero de este año, y en realidad
venia en dos versiones, fruto de dos ejercicios distintos. En el primero había
que hacer un relato dentro del género del realismo mágico.
Existe una opinión generalizada de que el realismo mágico es
una especie de acomplejada ciencia ficción latinoamericana que se niega a
aceptarse a sí misma. Hacer un taller sirve para cosas como enterarse que es
realismo, solo que contando la realidad de la Latinoamérica de la época en que
surgió el género, donde magia y chamanes eran (y son) parte del paisaje y la
vida cotidiana. Si para la gente es real, ya es realismo social. Por supuesto
yo no hice caso a ninguna de las dos versiones, y me puse a escribir según lo
que para mí es realismo mágico: la vida real con cosas raras que los personajes
ven cómo lo normal. Si hay unos especialistas en plasmar con todo detalle la
vida cotidiana son los japoneses, con géneros enteros dedicados al tema, hasta
las cosas más comunes tienen serie anime, y son capaces de contarte una
historia sobre la relación entre un tipo con su mano que es una chica llamada
Midori que está enamorada de él, uf, como si tal cosa y sin despeinarse. Ya
tenía el tono, luego me fui a la cruda realidad que mejor conozco, y le añadí
una cosa rara inspirada en el famoso cuadro del balcón de Escher.
Aunque haya quien no lo crea ese cuadro está colgado donde
voy a cortarme el pelo desde los 16 años. O sea, ha estado presente mientras yo
pensaba en todas mis Ellas de los últimos 25 años, incluyendo y especialmente
aquella chica del 91 al 93. Era totalmente incapaz de hablar con Ella, cuando
lo intentaba parecía como si Darth Vader me atenazara la garganta, lo cual no
es solo una afortunada descripción friki: Ella lo sabía, pensaba que yo era
gilipollas y se reía, en fin ¿qué más voy a contar? Es un clásico adolescente.
Así las cosas pronto eso del amor dejo de ser para mí una emoción luminosa y
bonita como el sol, para convertirse en la emoción oscura que es ahora. Cada
vez que Ella entraba en clase se producía una conmoción en la fuerza, su presencia deformaba el tejido del espacio tiempo a su alrededor tal
como lo haría un agujero negro. Se tragaba toda mi atención, no me podía
concentrar en clase, había días que me tenía que salir... Su pupitre, en las
filas de la ventana o detrás de mí, a la derecha, se inflaba en mi mente como
una burbuja en cuanto Ella aposentaba su anatomía en él. Para mí ese balcón era
donde dormía la Ella particular del que pinto el cuadro.
Esa idea se quedó ahí hasta que, muchos años después, tuve
que hacer un ejercicio. Lo escribí en tercera persona y pasado, la forma más
clásica en literatura. En el siguiente tuvimos que contar la misma historia,
pero cambiando el punto de vista del narrador. En mi caso la pase a presente de
indicativo, como en un guion de cine. Al hacerlo, de forma inevitable,
surgieron ideas y detalles nuevos que se sumaban a la trama. Ahora he
recombinado las dos en una, cosa que pensaba hacer desde hace tiempo para
colgarla aquí. Para hacerlo me he quedado con lo clásico, porque combinar
tampoco es sencillo y lo que funciona, funciona. Sin más preámbulos, os dejo
con la versión Blond, dedicada a mi estudiosa amiga enferma, de esta historieta,
cruel y bonita.
En el Amor el Tamaño Importa
En el instituto lo llamaban GG, por Gordo con Granos, en el
politécnico ya no, quizá porque la gente aprende a mentir, pero también porque
de aquellos granos sólo quedaba un rostro lunar que trataba de ocultar bajo una
rala barba pelirroja. Desde niño tenía una leve cojera a causa de un grave
accidente de tráfico, nunca jugó a fútbol y desarrolló un carácter
introvertido. Sus pocos amigos todavía lo llamaban GG, pero porque lo conocían
y sabían que tras aquel rostro mofletudo se ocultaba una persona de buena
madera, que aceptaba sus defectos y no guardaba rencor a nadie. Era un buen amigo,
pero para las chicas era invisible como hombre, pues para sus amores secretos
siempre era El Amigo™
GG bostezó entre luces de colores, como otras tantas noches
su enorme figura estaba sentada en el pub de costumbre, mirando con aire zen
una cerveza medio acabada, alrededor, sus amigos, dos chicos y una chica, se
enrollaban a lo profundo con sus respectivas parejas. GG apuró su cerveza y
salió del lugar. Recorrió solo las calles vacías hasta su casa, seguido por la
minúscula figurita humana de la versión imaginaria de Luisa, uno de sus amores
secretos.
Cuando abrió la puerta la silueta de duendecilla de Luisa se
coló pizpireta y corrió ligera hasta el dormitorio. GG cerró y la siguió,
procurando no hacer ruido. Se asomó al comedor y, sin sorprenderse, descubrió a
su oronda tía dormida ante la televisión. El canal era Paella TV, donde a esas
horas reinaba la futuróloga de madrugada, Isabelita Pitonisa, que más que leer
las cartas ejercía de psicóloga del pueblo. GG arropó a su tía, se acercó al
aparato para apagarlo, pero se detuvo un instante a escuchar.
Una señora llamaba llorando porque la versión imaginaria de
la mujer que su marido rechazó por ella hacia treinta años era tan grande que
ya no cabía bajo la cama y la iba a expulsar de su propio dormitorio. Isabelita
asintió comprensiva: quizá es que su marido nunca estuvo enamorado de ella del
todo y sí de esa otra mujer que guardaba tanto en su memoria, por eso su
versión no dejaba de crecer. La señora recordaba como al principio, durante su
luna de miel y cuando los niños eran pequeños, logró que esa otra se encogiera
hasta casi desaparecer del todo. La pitonisa asintió de nuevo: eso era lo
normal, el olvido empequeñece la presencia, pero si aún persistía pasado tanto
tiempo, ya era muy difícil que su marido dejara de pensar en ella. La señora,
resignada, preguntó que podía hacer. Entonces Isabelita contestó jovial que
tenía la solución, al tiempo que por debajo de ella pasaba el rotulo anunciando que por un módico
precio era capaz de enviar versiones imaginarias de amores insatisfechos al
mundo interior de las personas, para que dejaran de ocupar sitio en casa. GG
suspiró y apagó la tele.
GG entró a su cuarto con la linterna del móvil encendida y
se asomó al cajón del escritorio, dentro Luisa ya dormía. Con un dedo le
acarició los rizos rubitos, brillantes como el oro a la luz.
—Luisiña —murmuró con un ronroneo.
Ella se movió, haciendo un dulce sonidito. GG apartó
inquieto su gran dedo, temiendo despertarla. Cerró el cajón muy despacio, y se
fue a dormir.
GG salió del politécnico y cruzó hasta la parada del
tranvía. Lo esperó dando bocados a su nutrido almuerzo, rodeado de estudiantes,
algunos con sus propias versiones imaginarias, cada una de un tamaño distinto.
Unas grandes y presentes, como naranjos frondosos, otras, pequeños recuerdos, asomando
del bolsillo como un hámster. De pronto descubrió su grueso reflejo en la
pulida marquesina y bajó la vista, mirando con culpa el bocata. Un rato después
atravesaba los jardines de viveros, hasta el lago, donde solía dar los restos
del pan a los cisnes y patitos.
Tras descubrir una pareja rodando sobre la hierba, suspiró
melancólico y recogió su mochila. En casa la soltó junto al ordenador, y se
dispuso a continuar con su proyecto de ingeniería de sistemas.
Cuando se sentó en su silla la versión imaginaria de Luisa
salió con trabajo del cajón y se sentó sobre un grueso tomo de Canción de Hielo
y Fuego. Era rubia platino y vestía como la Madre de Dragones en la serie de
HBO, pero tenía el pelo corto, ensortijado y expresión pizpireta. La conoció en
AdoptaUnTío.com y le gustaba el cosplay. Su pequeño tamaño hizo suspirar a GG.
Su versión real también era pequeñita a su lado, y tan tierna. Hacía dos meses
le dijo que había conocido a un chico, era reponedor en DIA y se parecía a Jon
Nieve, estaba contentísima. Esa noche GG lloró a solas. Años quedando para
acabar así, se sentía imbécil y mal amigo. Con cada lágrima la versión
imaginaria de Luisa había perdido un centímetro. No la había llamado ni escrito
guasap desde entonces, era lo prudente hasta que su corazón sanase, para evitar
que aquel desengaño pudiese dar lugar a algún reproche absurdo o desastres
mayores. La versión imaginaria de Luisa agitó los pies en al aire, con gesto
grave y serio.
—¿Qué quieres ahora? —Exclamó GG frente a su ordenador—
Necesito concentrarme en esto, tengo que dejar de pensar en ti.
—Tengo miedo —confesó Luisa con su vocecita de pitufa— Si me
sigo haciendo pequeña voy a desaparecer... ¿Ya no vas a llamarme más, ya no
somos amigos?
—Nunca hemos sido amigos, soy un pagafantas de mierda.
—Pero, ¿por qué no me dijiste que te molaba? Me he pasado
sin novio dos años enteros. A lo mejor si hubieras llegado antes…
—Soy grande, estoy obeso, no quería aplastarte al girarme en
la cama… No, no fue por eso. Si hubiera dado el paso pensarías que estoy
desesperado, o que soy un obseso, o vete tú a saber. No quería perder tu
amistad, si te lo decía no te volvería a ver… —la voz de GG había ido bajando
de volumen hasta convertirse en un tenue murmullo, pero como es natural, la
versión imaginaria lo entendía perfectamente.
—¡Pero es que así ya no me ves! GG, si no me llamas nunca,
te olvidaras de mí.
—Aun pica demasiado cuando veo las fotos que subes a
Facebook con tu novio —dijo GG sombrío—, así que esa es la idea.
La versión imaginaria de Luisa se puso sus dos manitas sobre
el pecho, desesperada.
—¡Pero entonces yo me moriré!
Y rompió a llorar, despacito.
En eso entró la tía de GG, atareada.
—¿Ya estás aquí, xiquet? Bueno, en diez minutos te tengo
preparada la hamburguesa y fritas las patatas, hoy no tenemos Coca-Cola, toma,
Luisa, lo tuyo, ¿tendrás bastante?
Luisa asintió, cogió el Donete que le ofrecía con las dos
manos y lo mordió llorosa.
—Ay, cariño, ¿qué te pasa? —dijo la gruesa señora,
acariciándole la cabecita.
—GG ya no me quiere de amiga, por mí ha sentido cosas muy
bonitas, pero por eso mismo no me quiere de amiga, no es justo —contestó la
versión imaginaria entre lagrimones, mascando con la boca llena— ¡Yo no me
quiero morir!
La tía de GG suspiró hondo, aburrida.
—Ten cuidado, cariño, no te atragantes… Y tú, pardal, deja
de mirar el ordenador con esa cara de depre y arregla esto, ¿es que no ves como
tienes a la pobrecita? Bueno, en un rato te llamo a comer, eh, no te
entretengas.
Los pollitos de los patos del espumoso lago de viveros
devoraban enérgicos las migajas de su bocata mientras GG los observaba apoyado
en la verja verde. Tras meses de trabajo su parte del proyecto estaba
prácticamente terminada y tenía vacaciones. De pronto una forma femenina le
abrazó por detrás y se dejó caer a su lado. Sintió un torbellino en el
estómago. ¡Era Lour, hacía cinco años que no la veía! Fue su primera persona
agregada en Facebook, pero procuraba no entrar en su muro, y ella mantenía el
silencio de radio. GG hinchó los ojos, tratando de controlar el súbito rubor.
—Hostia, Lourdes, ¿no estabas en Francia?
—El gabacho me devolvió —dijo con un punto dolido,
colocándose un mechón lacio y negro tras la oreja, como siempre hacía en
primero de carrera. GG la miró de arriba abajo: misma falda larga de cuadros,
mismo cuerpo descompensado oculto bajo tres pares de camisetas, misma kufiya,
mismas gafas de pasta. Estaba igual. Su corazón se aceleró.
—¿Y eso? —preguntó, con esperanzas mal disimuladas.
—Ya sabes, no quiero niños, voy a mi bola… Él sí quería
niños, empezó a verse con una bonita francesita seria y responsable, a mis
espaldas, y me dejó, c'est la vie, ¿y tú, como estas?
GG le contó su situación omitiendo los detalles clave. Lour
sonrió malévola, abrió su bolso de punto y sacó la asustada versión imaginaria
de su ex. Lo peló metódica y lo colocó desnudo entre los patitos, gigantescos
pajarracos prehistóricos en proporción. El pobre desgraciado salió corriendo
aterrado, lanzando sonoros tacos en francés y recibiendo picotazos en el culo.
Se tiró al agua, tratando de escapar, donde se topó de bruces con el enorme
plesiosauro con plumas que era el cisne negro. El gabacho desorbitó los ojos,
lleno de pavor.
Lour y GG vieron alejarse nadando al elegante animal en
silencio.
—Qué triste debe ser eso de ser cisne —dijo Lour
melancólica— la monogamia es una puta mierda, siempre obliga a elegir... ¿Y qué
persona vale más que otra? ¿Dímelo? ¿Tú crees que el gabacho vale más que tú? O
yo menos que esa, esa… fucking bitch, figamustia, pute de merde! ¿Sabes de
dónde vengo? De dar de comer a los gatos de allí enfrente —señaló los
jardincillos del otro lado del lago—. Soy inmadura y neurótica. Hago prácticas
para mi futuro.
Era el momento de ser el doctor Slump hablando con voz
varonil ante la señorita Yamabuki, decirle que no debía deprimirse así, que ese
no tenía por qué ser su futuro, se lo estaba poniendo a huevo. Pero los hombres
solitarios ven sus pocas oportunidades como palomas que tratan de cazar con las
manos, debía ser prudente “un solo fallo y vuelan espantadas”. Así que le habló
de soporíferos proyectos de informática. Felizmente, Lour se mostró interesada.
Al rato ambos miraban el portátil entusiasmados. Ella estaba creando un
videojuego que esperaba financiar por crowfunding y luego subir a Steam, GG
podía colaborar compilando. Él siempre tuvo la ilusión de trabajar con una
chica, para así demostrar que la informática no era cosa solo para hombres, o
sea, con ella. Así que no dudó un segundo en ofrecerse a colaborar, a pesar de
ser la parte más tediosa y pesada de cualquier proyecto. Si no se iba fuera en
todo el verano podría sacar tiempo. Había acertado siendo prudente, pero su
inesperada suerte le hizo bajar la guardia.
—¿Entonces, quedamos para cenar?
Lour soltó una carcajada.
—Vale, sí, quedamos —dijo tras mirarlo un instante, metiendo
a su ex en el bolso de nuevo.
Luego volvió con sus amigos, que la esperaba tirados por la
hierba tocando los bongos. GG atravesó la explanada de viveros con un trote
alegre. Toda una bandada de palomas emprendió el vuelo a su paso.
En Junio hacia sol, GG compilaba y mantenía largas
conversaciones con Lour por chat de Facebook. Entonces por fin comenzó el
verano astronómico, cosa que GG constató al entrar en el calendario de su móvil
para retrasar por tercera vez la fecha de la “Cena con Lour!!! :) :) :)” En
lugar de cenar quedaron un día en la cafetería de la facultad. Abrieron los
portátiles a las tres de la tarde, a las ocho los cerraron, y Lour se despidió,
rápida, dejando a GG con la boca abierta. En julio había nubes, y el reloj
marcaba las cinco cuando ambos se sentaron a tomar un nuevo café. A las cinco y
cuarto GG ya estaba solo. En agosto tronaba una tormenta cuando ambos se
sentaron a tomar el siguiente café a las seis y diez. Lour iba calada, así que
se quitó dos de sus tres camisetas, las escurrió y las puso a secar en el
respaldo de una silla mientras consultaba su móvil y GG admiraba las nubes. A
las seis treinta y cinco GG ya estaba solo. Pero Lour volvió, rápida, para
anunciar que no podría hacer su parte, se iba de excursión y conciertos por
toda una semana. Lo besó en la frente y salió corriendo, hasta donde la esperaban
sus amigos de los bongos. GG se quedó allí, con expresión zen.
La relación progresaba.
En septiembre la penumbra dominaba en el cuarto de GG, en la
pantalla Lour acababa de anunciar que al final serían dos semanas, porque unos
amigos la habían invitado a su chalet de Jávea. GG miraba las seis líneas de
chat con la mente ausente. La enorme versión imaginaria de Lourdes entró en la
habitación, golpeándose con el quicio de la puerta. Al rato cenaban tomando
cervezas. De pronto Lour tuvo calor, y se quitó dos camisetas, el tirante de la
tercera resbaló de su hombro. GG le miró, tímido, el elástico del sostén. Ella
se dio cuenta y se decidió. Se acercó a GG poco a poco, apoyando las manos
sobre el colchón, y lo besó tiernamente. Luego se soltó el cierre del sostén,
dejando que resbalara por dentro de la camiseta. GG estaba muy muy rojo,
rieron. La versión imaginaria de Lour había crecido medio metro más, su cabeza
ya rozaba con él techo.
—Más vale que te sientes en el suelo —le dijo GG, acalorado.
Mientras, por la rendija de la puerta, su tía observaba la
escena.
—Un clavo saca otro clavo… —murmuró con tristeza—, este niño
nunca va a cambiar.
Algunas horas más tarde, mientras GG chateaba con la versión
real de Lour, que estaba en Jávea, de pronto oyó el aviso de Facebook. Era
Luisa, le acababa de mandar un mensaje. La versión imaginaria de Lour acercó su
enorme cabeza a la pantalla.
—¿Quién es?
GG no recordó el mensaje hasta casi de madrugada. Entró en
el muro de Luisa, y allí estaba: en la playa abrazada al musculoso pecho de
cargar cajas de su Jon Nieve, otra foto, disfrazados en una fiesta, otra más,
un selfi que obviamente había sido tomado en la cama... Nunca la había visto
tan contenta y sonriente. GG sonrió también, feliz por ella, suspiró
satisfecho, y triste. Apagó el ordenador, al enmudecer los ventiladores le
llegó el rumor de la televisión del comedor.
Acudió a quitarla caminando despacio. Esta vez en la
pantalla Isabelita Pitonisa aconsejaba a un anciano deprimido: su esposa
padecía Alzheimer y se sentía angustiado porque la versión imaginaria del
primer amor de su señora se había encogido hasta desvanecerse por completo...
GG palideció horrorizado. Corrió hasta su habitación, donde abrió el cajón de
golpe. ¡No! ¡Estaba vacío! Sintió un pozo helado en el estómago. Revolvió el
contenido del cajón desesperado. Tiró ansioso de los otros cajones, nada, bajo
la cama, el armario, la ropa voló por el aire, creyó que iba a vomitar. Sacó el
cajón de sus goznes, removió de nuevo su interior, arrojando trastos sobre la
cama, notó lágrimas en los ojos. Entonces oyó unos grititos angustiados, apenas
audibles. Era la versión imaginaria de Luisa, en una esquina del cajón,
protegiéndose tras un pen drive.
—¡No me mates, no me mates!
GG sonrió, aliviado, limpiándose las lágrimas con el
pulpillo de su gran mano.
—Tranquila, no te mato, venga, Luisiña, sube —Luisa saltó
pizpireta a la palma de GG, que respiró tranquilo, ya había crecido al tamaño
de un pulgar— Te prometo que arreglaré esto.
Al día siguiente GG montó en el metro y viajó hasta Llíria,
donde visitó a Isabelita Pitonisa. “Raticulí-Ganimedes-fu-fu-fu” Tras un rato
viéndola actuar sentado entre dos señoras mayores de cabellos color pastel GG
salió del chalet con los dos billetes que quería. De nuevo en la estación bajó
hasta el andén indicado y tomó la Línea GG-3, directa a su mundo interior.
Durante el viaje GG contestó al mensaje de Luisa. Respondió entusiasmada y
aliviada, no tenía ni idea de porque no le había escrito en tanto tiempo,
bueno, sí, pero le daba igual. Era su amigo y lo apreciaba, y le dijo de quedar
el viernes, y otro día, para presentarle a su novio, etc. Cuando se detuvieron
en la estación de los Amores Secretos Luisa ya tenía la altura de una niña de
diez años. Bajaron el terraplén que descendía desde el andén, sobre sus cabezas
flotaba una nube de robots, creados por la mente de GG para atender el lugar.
Juntos se asomaron al valle de los Amores Secretos, donde las luces de las
hogueras de las versiones imaginarias de todos los demás amores secretos de GG
brillaban a la luz del atardecer. Lo saludaban al pasar, mirando con
curiosidad, envidia o extrañeza a la nueva. Al final llegaron a la fogata que
tenía preparada para Luisa, con suficiente leña para alimentar su amistad
durante al menos 100 años, una tienda de campaña, el saco de dormir y todo lo
necesario.
Luisa lo abrazó en todo su volumen, y GG le dio un cálido
beso en la frente.
—Aquí estarás bien, y no te morirás. Ya sabes que la
amistad, si se cuida, dura para siempre.
Luisa lo volvió a abrazar, muy fuerte. Ya tenía el mismo
tamaño que su versión real.
De regreso a la ciudad GG guardó en su cartera el otro
billete de metro, el reservado para Lour. Antes de partir GG había ordenado a
sus robots que tuvieran todo preparado para su hoguera. No era tan bobo como
para no darse cuenta de lo que pasaba, pero no podía mandarla al olvido. El
ultimo día antes de pirarse de conciertos, había hecho una de esas cosas tan
suyas, por las que valía la pena mantenerla viva.
Se apareció en el bar de la facultad, fue hasta GG y se
acuclillo ante de él, haciéndose un ovillo, volviéndose de pronto tan pequeña,
y tierna. Le puso las manos en las rodillas y lo miró con aquella mirada de
animalillo indefenso, tan triste que era capaz de desarmar a un talibán furioso
y hacer que se afeitara.
—Lo siento…, soy un desastre de persona, doy pena, por eso
me devuelven… —le dijo, GG levantó un poco la cabeza y vio que la versión
imaginaria del ex francés era tan grande que no cabía por la puerta y esperaba
fuera— Tú nunca me has devuelto, y yo, yo… —Lour lo miró implorante, con ojazos
vibrantes de manga anime— El amor es muy injusto.
GG, que solo la miraba en silencio, esbozó una sonrisa zen.
Lour sonrió con toda la boca.
—Gracias. Te he puesto en los créditos del juego, como
colaborador imprescindible, serás el padre de dragones, y ganaremos pasta, lo
sé… Me tengo que ir, lo siento, soy así, lo siento.
Recorrió la peluda mejilla de GG con la suave palma de su
mano, en una rápida caricia. Se puso de pie, y desapareció a toda velocidad,
tal como había venido.
El vagón traqueteaba y GG mantenía la mirada perdida en la
oscuridad, recordando el momento. Cuando bajó en la estación de Benimaclet la
enorme versión imaginaria de Lour lo
esperaba sentada en el suelo del andén. Tuvo que subir las escaleras del metro
a gatas, se dio un trastazo contra el techo y se quejó en tres idiomas. GG la
miro animoso.
—Sabes, llevar tres armaduras de protección te hacen grande
cuando te las quitas. No eres ningún desastre, solo tú misma, y yo te quiero
igual.
—GG, no me pones, c’est la vie. Lo que debería tener es un
tamaño normal para ti, y punto.
GG se encogió de hombros y Lour se redujo un poco en tamaño.
Si también cuidaba de ella y el proyecto del videojuego salía bien, ambos
tendrían la vida hecha. Decidió que era un final constructivo, triste, pero
constructivo. En todo caso iba a seguir viendo a las dos, y nunca se sabe…
Mientras hay vida, hay esperanza. Recordó una cita de uno de sus libros
preferidos, el Hagakure u Hojas Ocultas, lectura de cabecera de todo Samurái.
"Kenshin Uesugi hizo un día el comentario siguiente:
"Yo no conozco recetas para asegurar la victoria. Lo que yo sé es que hay
que asir toda ocasión y no dejarla escapar jamás." Este comentario no
carece de interés."
GG esbozo una sonrisa zen, enseñando los dientecillos, y
murmuro.
—Let’s dance.
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