El otro día presentamos a las unas, hoy
presentamos a las otras... En realidad este sería el segundo capítulo, pero también
funciona como segunda parte y continuación del primero. "Lana es un Jodida Mujer Normal" es en esencia una historia de personajes femeninos, con el trasforndo en segundo plano, y aquí termino la presentación de las tres principales.
II
—¿Estados Unidos? ¿Es una jodida broma?
Angus cerró el portón del 4x4 Chaika hecha
una furia y se encaró con la Comisaria que la habia traido.
—No es una broma, es tu misión. El
submarino ya esta esperando.
—¿El submarino? Me cago en la... ¿A quien
coño se le ha ocurrido esa mierda? ¡No has visto esta barriga! —Angus se
palmoteó con energía su embarazo, que sobresalía orgulloso por encima del
pantalón del uniforme prenatal— Estoy de 40 semanas, yo quería tener a mi hija
aquí, al sol de las Canarias, y ahora quieres que lo tenga en el país del macho
mierda. ¡Ni hablar! ¿A quien se le ocurre?
—A una carnicera de altos vuelos —dijo la
Comisaria abriendo más los ojos.
La rabia de Angus despareció arrastrada
por el viento de las palabras mayores.
—¿Una carnicera? ¿Legión Mantis? ¿En
serio? ¿Desde cuando las Arañas nos llevamos bien con las Mantis?
—Desde hace mucho tiempo, somos como
hijas de la misma madre.
Angus puso los ojos en blanco.
—Mantendré el secreto... —dijo y suspiró
resignada ante su propio sarcasmo— ¿De qué coño va todo esto?
—Del mío.
Dijo una voz que alguna vez fue dulce y
femenina detrás de la Comisaria.
—Pues dímelo a la cara —gruñó Angus— Me
has sacado de un permiso y eso no lo perdono.
La voz se materializó en una flacucha oficial
Mantis, rango que corroboraba la gran cicatriz que le comía la mitad del torso
desnudo, destrozando por completo el pecho izquierdo y parte del derecho, al
que le faltaba el pezón, enterrado en una masa informe. Un tatuaje de
llamaradas negras recorría todo el reborde blanquecino, haciendo destacar aquel
horror por encima de todos los demás tatuajes, escarificaciones y quemaduras
que cubrían toda la piel visible, salvo la del rostro, según la costumbre. Llevaba
los ojos cubiertos por unas gafas oscuras de aviadora, redondas y envueltas en una
caótica masa de pelos de bruja, negros y malamente sujetos con orquillas en
forma de hojas de guadaña. Fumaba un canuto de hierbas felices a medio
consumir, que brilló volcánico cuando la saludó con un bufido.
—¿Esta es la putita preñada? La imaginaba
menos ñoña. Mírame a la cara mujer, ¿nunca has visto una cicatriz de semen de
dios? ¿Vas a potar?
Angus al fin consiguió apartar la vista
de aquel espanto y se quitó la mano de la boca.
—Lo que no sé es cómo sigues viva.
—Antes tenia buenas tetas, ahora ya no
—dijo la oficial, encogiendo la percha horizontal de sus hombros, fibrosos como
maromas por el brutal entrenamiento al que se sometían las legionarias.
Observó por un instante a la araña, dando una calada al
cigarro, y sin más ceremonia, se volvió hacia los muelles.
—Nos vamos a navegar, putita.
Angus se volvió a enfurecer.
—¡No soy ninguna putita! Soy coronel y
madre de cinco hijas. ¡Merezco un respeto, joder! No pienso moverme de aquí
hasta que no me digas de qué va esto.
La Mantis giró en redondo, escupió el
cigarro y explotó en estridentes chillidos.
—¡Y yo comandante y me importa una puta
mierda y un cojón! ¡Así que o doña mami coronel se mueve o la llevo al
submarino a patadas en su gordo culo de putón de ocho patas! ¡¿Estamos?!
Coceó el asfalto con sus botas reforzadas. El golpe metálico despertó a la araña, que se habia quedado boquiabierta. Marota recogió
el cigarro para llevárselo a la boca de nuevo, Angus vio que le faltaba el
meñique de la mano izquierda, también medio devorada por el fósforo blanco. En
conjunto daba bastante miedo, pero Angus, con su gabardina de cuero abierta
alrededor de su embarazo, su uniforme de camuflaje gris ceniza y su gorra de
visera, típica de las agentes exploradoras de la Red Araña, tampoco le iba a la
zaga.
Las dos mujeres se miraron furibundas
ante la consternación de la Comisaria.
—Te presento a la comandante Marota
—suspiró cansada y deprimida—, servidora del Mantis XXXIII, un Hogar de Operaciones
Especiales... Ella no te eligió para la misión, fui yo, son órdenes. No sé de que se
trata, pero vienen del Reina Mantis, encriptadas por la propia general Roma, así
que tiene que ser algo muy gordo —suspiró otra vez— No sé por qué, pero pensé
que os llevaríais bien.
Marota se volvió, sacándose el canuto de
la boca y sonrió enseñando toda la caja de dientes.
—No, si la putita me ha caído bien, lo
único que la advierto que soy mucho peor malhablada que ella.
La dentadura y los pozos negros de los
ojos, hacían que aquella
sonrisa estuviera muy lejos de ser amable y tranquilizadora. Mordió el cigarro
con los colmillos, se encorvó estirando sus alambres, agarró el pesado petate
de Angus, y se lo lanzó sobre el hombro con un solo tirón. Fue entonces cuando
la agente notó que, a pesar de su apariencia igual de esquelética, tenia el
brazo derecho mucho más trabajado que el izquierdo, que apenas movía.
—Camina, putita —dijo sin más y salio
andando y lanzado humo.
Angus entornó los ojos, respiró muy
hondo, y la siguió, arrastrando los pies.
—Adiós señorita Comisaria, recordaré entrar en tu Tabloide para votarte en contra.
—Gracias Angus —se despidió la mujer,
triste, y arrancó el Chaika.
En esencia las Comisarias de La Red existían
para que la gente se llevase bien, de forma que nadie pudiese hundir la
reputación de alguien sembrando rumores falsos o se dedicase a manipular el Tabloide
de otra mujer por despecho, celos o venganza. En definitiva, para evitar que la
eterna carrera por ganar reputación acabase en el asesinato, y para lograrlo debían
conocer a las personas, hacer proyecciones, análisis y predicciones, saber quién
casa con quien al primer vistazo, y acertar. No parecía que la Mantis y la
Araña se fueran a llevar bien en algún futuro cercano, lo cual era un pequeño
fracaso para la Comisaria, y el voto negativo de Angus en su Tabloide personal
el justo castigo.
En La Red no existía el dinero y el acceso
a los Almacenes de todo, incluida la comida, el agua y las medicinas, dependía
del nivel de popularidad. Un negativo podía ser justo, pero nunca bueno. Por
suerte pocas Comisarias veían su reputación caer hasta el nivel de subsistencia.
Cualquier nodo que cumpliese las reglas, colaborase con La Red ofreciendo su
trabajo sin esperar nada a cambio y fuese sociable, popular o simplemente
amable, tenía la vida hecha. Solo los peores criminales tenían la barra de su
Tabloide en números rojos. Esa era la diferencia con el mundo del hombre, en países
como Estados Unidos, Irán o la Republica de Venezuela cualquier psicópata podía ser
rico y poderoso, sembrando la desdicha sobre los demás impunemente, a la vista
de cualquiera y dentro de la ley. En La Red alguien así moría de hambre. Las
imágenes de criminales muriendo de inanición al borde de los caminos tras ser
expulsados fueron exhibidas en el Consejo de Seguridad de la ONNU como
motivo de guerra, sus representantes fueron vetadas, y, tras los hechos conocidos
como La Noche del Divorcio Traumático, Naciones Unidas consideró a la red
RAMFEM una anarquía pirata contraria a los derechos humanos y le declaro la
guerra santa.
La Mantis andaba recta como una flecha y
pisando firme. Angus sopló acalorada, le costaba mantener el ritmo, pero no pensaba
pedirle que aflojara el paso. El malecón era largo y el petate estaba lleno de
cosas suyas y para la bebé. Los biberones de acero cargados de leche en polvo
pesaban tanto como la munición del subfusil. Sin embargo Marota no parecía
cansarse, pese a que, literalmente, le faltaba medio tronco. Viendola de
espaldas Angus pudo comprobar, consternada, la plena magnitud del daño. Muchos
músculos y tendones se habían achicharrado por completo, por eso apenas podía
mover el brazo izquierdo. La agente no pudo evitar sentir cierta admiración por
aquel cadáver andante.
—¿Por qué me llamas putita? —tanteó.
—Lo que yo me pregunto es como a una
Araña gorda y puta le gusta tomar el sol como a una jodida pescadera.
Angus se tapó la cara con las manos
fingiendo que lloraba.
—Yo solo quería parir en paz en mi Hogar,
no soportar a una carnicera loca.
La Mantis la miro como si se la tomara en
serio y decidió serle franca en alta voz.
—Puta es la que hace putadas. Vosotras las
arañas nunca lucháis a pecho descubierto. Siempre ocultáis vuestra carne debajo
de bonitos uniformes que nunca se pringan, siempre escondidas, siempre
enredando, siempre que la jodéis las que limpiamos la putada somos nosotras,
las que siempre nos pringamos. ¡Nosotras nos tragamos el puto semen que os
deberíais comer vosotras con cuchara! ¡Por culpa de un putón como tú casi me
quedo sin tetas! ¡Un día os meteré la inmoladora por el gaznate y sabréis lo
que es cagar NAPALM! —De pronto la miró amable— Quizá lo haga contigo.
Angus sonrió igual de amable, no era de
las que se amilanan por amenazas floridas de mujeres que no están en situación
de cumplirlas.
—Los cuerpos de operaciones especiales
sois parte de la red araña, somos como hermanas.
—Me cago en los parentescos.
—Yo soy exploradora —suspiró Angus al cabo—, he
mascado polvo muchas veces.
—Ya —dijo Marota distraída—, por eso me
caes bien.
Junto al muelle esperaba un legionario,
de más o menos la edad de Marota y aire de veterano, llevaba la bruñida coraza negra y
el casco de Hormigón Mantis puestos. Nada más verlas acercarse lanzó su canuto al suelo y lo
aplastó con el pie, rascándose la barba que cubría su anguloso mentón, esperando ordenes. Otro
legionario con uniforme de piloto de helicópteros e incómodamente joven, un efebo recién salido de la Academia, se acercó a ellas solicito.
Marota le tiró el petate con un movimiento de vaivén, el chaval lo recogió al
vuelo y siguió camino delante de ellas. Angus admiraba el paisaje con una
beatifica sonrisa.
—Esta amable ricura es Cuatro Dedos
—sonrió Marota— ¿te gusta su culo, a que sí, eh? Pilotara el helicóptero. El
Hormigón es uno de mis mejores vínculos, mi otro brazo. Si le tocas el culo te
mato —masculló sin dejar de sonreír—. ¡Cuatrode, Neumático, esta es Angus, la
puta de la que os hablé!
Ambos se encogieron de hombros.
Marota se detuvo, tomo aire y escupió el
cigarro, dándole suficiente impulso para llegar hasta el agua, cayendo entre las
hélices del submarino y la proa del Hogar naval de las pescaderas, donde se
apagó en una nubecilla de vapor. Miró a Angus satisfecha de su hazaña.
—¿Solo vamos a ser nosotras cuatro? —se
extrañó Angus.
—Nos llevan al nodo del golfo, el del Mar
de Cenizas yanqui, ya lo conoces, allí hablaremos. Ahora nos toca irnos a hacer
turismo por el caribe como dos rojas jubiladas.
Como todos los Hogares de guerra
sumergida de la flota de La Red aquél se componía de dos submarinos, largos,
abombados y de redondeadas torretas, y un Hogar de apoyo, de cien metros de
eslora, donde vivían las tripulaciones fuera de turno de servicio y donde
crecían las hijas de las pescaderas, las oficiales navales. La marinería del
Hogar soltaba amarras, entre el griterío de la chiquillería sobre cubierta, pero el submarino, en cambio,
parecía perfectamente desierto y cerrado.
Marota lo observó malhumorada en toda
su longitud, con las manos plantadas en las caderas.
—Putas pescaderas... —masculló— ¡A del
barco, tenemos que navegar! ¿Por donde se entra en esta jodida polla gigante?
...y hasta aquí puedo leer...
Y el mapa del mundo de Lana, claro, se puede hacer grande si le dais un click...
Y el mapa del mundo de Lana, claro, se puede hacer grande si le dais un click...
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