miércoles, 2 de septiembre de 2015

Primeros Capítulos: Lana era una Jodida Mujer Normal (2)



El otro día presentamos a las unas, hoy presentamos a las otras... En realidad este sería el segundo capítulo, pero también funciona como segunda parte y continuación del primero. "Lana es un Jodida Mujer Normal" es en esencia una historia de personajes femeninos, con el trasforndo en segundo plano, y aquí termino la presentación de las tres principales.



 


II

—¿Estados Unidos? ¿Es una jodida broma?

Angus cerró el portón del 4x4 Chaika hecha una furia y se encaró con la Comisaria que la habia traido.

—No es una broma, es tu misión. El submarino ya esta esperando.

—¿El submarino? Me cago en la... ¿A quien coño se le ha ocurrido esa mierda? ¡No has visto esta barriga! —Angus se palmoteó con energía su embarazo, que sobresalía orgulloso por encima del pantalón del uniforme prenatal— Estoy de 40 semanas, yo quería tener a mi hija aquí, al sol de las Canarias, y ahora quieres que lo tenga en el país del macho mierda. ¡Ni hablar! ¿A quien se le ocurre?

—A una carnicera de altos vuelos —dijo la Comisaria abriendo más los ojos.

La rabia de Angus despareció arrastrada por el viento de las palabras mayores.

—¿Una carnicera? ¿Legión Mantis? ¿En serio? ¿Desde cuando las Arañas nos llevamos bien con las Mantis?

—Desde hace mucho tiempo, somos como hijas de la misma madre.

Angus puso los ojos en blanco. 

—Mantendré el secreto... —dijo y suspiró resignada ante su propio sarcasmo— ¿De qué coño va todo esto?

—Del mío.

Dijo una voz que alguna vez fue dulce y femenina detrás de la Comisaria.

—Pues dímelo a la cara —gruñó Angus— Me has sacado de un permiso y eso no lo perdono.

La voz se materializó en una flacucha oficial Mantis, rango que corroboraba la gran cicatriz que le comía la mitad del torso desnudo, destrozando por completo el pecho izquierdo y parte del derecho, al que le faltaba el pezón, enterrado en una masa informe. Un tatuaje de llamaradas negras recorría todo el reborde blanquecino, haciendo destacar aquel horror por encima de todos los demás tatuajes, escarificaciones y quemaduras que cubrían toda la piel visible, salvo la del rostro, según la costumbre. Llevaba los ojos cubiertos por unas gafas oscuras de aviadora, redondas y envueltas en una caótica masa de pelos de bruja, negros y malamente sujetos con orquillas en forma de hojas de guadaña. Fumaba un canuto de hierbas felices a medio consumir, que brilló volcánico cuando la saludó con un bufido.

—¿Esta es la putita preñada? La imaginaba menos ñoña. Mírame a la cara mujer, ¿nunca has visto una cicatriz de semen de dios? ¿Vas a potar?

Angus al fin consiguió apartar la vista de aquel espanto y se quitó la mano de la boca.

—Lo que no sé es cómo sigues viva.

—Antes tenia buenas tetas, ahora ya no —dijo la oficial, encogiendo la percha horizontal de sus hombros, fibrosos como maromas por el brutal entrenamiento al que se sometían las legionarias. 

Observó por un instante a la araña, dando una calada al cigarro, y sin más ceremonia, se volvió hacia los muelles. 

—Nos vamos a navegar, putita.

Angus se volvió a enfurecer.

—¡No soy ninguna putita! Soy coronel y madre de cinco hijas. ¡Merezco un respeto, joder! No pienso moverme de aquí hasta que no me digas de qué va esto.

La Mantis giró en redondo, escupió el cigarro y explotó en estridentes chillidos.
    
—¡Y yo comandante y me importa una puta mierda y un cojón! ¡Así que o doña mami coronel se mueve o la llevo al submarino a patadas en su gordo culo de putón de ocho patas! ¡¿Estamos?!

Coceó el asfalto con sus botas reforzadas. El golpe metálico despertó a la araña, que se habia quedado boquiabierta.  Marota recogió el cigarro para llevárselo a la boca de nuevo,  Angus vio que le faltaba el meñique de la mano izquierda, también medio devorada por el fósforo blanco. En conjunto daba bastante miedo, pero Angus, con su gabardina de cuero abierta alrededor de su embarazo, su uniforme de camuflaje gris ceniza y su gorra de visera, típica de las agentes exploradoras de la Red Araña, tampoco le iba a la zaga. 

Las dos mujeres se miraron furibundas ante la consternación de la Comisaria.

—Te presento a la comandante Marota —suspiró cansada y deprimida—, servidora del Mantis XXXIII, un Hogar de Operaciones Especiales... Ella no te eligió para la misión, fui yo, son órdenes. No sé de que se trata, pero vienen del Reina Mantis, encriptadas por la propia general Roma, así que tiene que ser algo muy gordo —suspiró otra vez— No sé por qué, pero pensé que os llevaríais bien.

Marota se volvió, sacándose el canuto de la boca y sonrió enseñando toda la caja de dientes.

—No, si la putita me ha caído bien, lo único que la advierto que soy mucho peor malhablada que ella.

La dentadura y los pozos negros de los ojos, hacían que aquella sonrisa estuviera muy lejos de ser amable y tranquilizadora. Mordió el cigarro con los colmillos, se encorvó estirando sus alambres, agarró el pesado petate de Angus, y se lo lanzó sobre el hombro con un solo tirón. Fue entonces cuando la agente notó que, a pesar de su apariencia igual de esquelética, tenia el brazo derecho mucho más trabajado que el izquierdo, que apenas movía.

—Camina, putita —dijo sin más y salio andando y lanzado humo.

Angus entornó los ojos, respiró muy hondo, y la siguió, arrastrando los pies.

—Adiós señorita Comisaria, recordaré entrar en tu Tabloide para votarte en contra.

—Gracias Angus —se despidió la mujer, triste, y arrancó el Chaika.

En esencia las Comisarias de La Red existían para que la gente se llevase bien, de forma que nadie pudiese hundir la reputación de alguien sembrando rumores falsos o se dedicase a manipular el Tabloide de otra mujer por despecho, celos o venganza. En definitiva, para evitar que la eterna carrera por ganar reputación acabase en el asesinato, y para lograrlo debían conocer a las personas, hacer proyecciones, análisis y predicciones, saber quién casa con quien al primer vistazo, y acertar. No parecía que la Mantis y la Araña se fueran a llevar bien en algún futuro cercano, lo cual era un pequeño fracaso para la Comisaria, y el voto negativo de Angus en su Tabloide personal el justo castigo.

En La Red no existía el dinero y el acceso a los Almacenes de todo, incluida la comida, el agua y las medicinas, dependía del nivel de popularidad. Un negativo podía ser justo, pero nunca bueno. Por suerte pocas Comisarias veían su reputación caer hasta el nivel de subsistencia. Cualquier nodo que cumpliese las reglas, colaborase con La Red ofreciendo su trabajo sin esperar nada a cambio y fuese sociable, popular o simplemente amable, tenía la vida hecha. Solo los peores criminales tenían la barra de su Tabloide en números rojos. Esa era la diferencia con el mundo del hombre, en países como Estados Unidos, Irán o la Republica de Venezuela cualquier psicópata podía ser rico y poderoso, sembrando la desdicha sobre los demás impunemente, a la vista de cualquiera y dentro de la ley. En La Red alguien así moría de hambre. Las imágenes de criminales muriendo de inanición al borde de los caminos tras ser expulsados fueron exhibidas en el Consejo de Seguridad de la ONNU como motivo de guerra, sus representantes fueron vetadas, y, tras los hechos conocidos como La Noche del Divorcio Traumático, Naciones Unidas consideró a la red RAMFEM una anarquía pirata contraria a los derechos humanos y le declaro la guerra santa.

La Mantis andaba recta como una flecha y pisando firme. Angus sopló acalorada, le costaba mantener el ritmo, pero no pensaba pedirle que aflojara el paso. El malecón era largo y el petate estaba lleno de cosas suyas y para la bebé. Los biberones de acero cargados de leche en polvo pesaban tanto como la munición del subfusil. Sin embargo Marota no parecía cansarse, pese a que, literalmente, le faltaba medio tronco. Viendola de espaldas Angus pudo comprobar, consternada, la plena magnitud del daño. Muchos músculos y tendones se habían achicharrado por completo, por eso apenas podía mover el brazo izquierdo. La agente no pudo evitar sentir cierta admiración por aquel cadáver andante.
  
—¿Por qué me llamas putita? —tanteó.

—Lo que yo me pregunto es como a una Araña gorda y puta le gusta tomar el sol como a una jodida pescadera.

Angus se tapó la cara con las manos fingiendo que lloraba.

—Yo solo quería parir en paz en mi Hogar, no soportar a una carnicera loca.

La Mantis la miro como si se la tomara en serio y decidió serle franca en alta voz.

—Puta es la que hace putadas. Vosotras las arañas nunca lucháis a pecho descubierto. Siempre ocultáis vuestra carne debajo de bonitos uniformes que nunca se pringan, siempre escondidas, siempre enredando, siempre que la jodéis las que limpiamos la putada somos nosotras, las que siempre nos pringamos. ¡Nosotras nos tragamos el puto semen que os deberíais comer vosotras con cuchara! ¡Por culpa de un putón como tú casi me quedo sin tetas! ¡Un día os meteré la inmoladora por el gaznate y sabréis lo que es cagar NAPALM! —De pronto la miró amable— Quizá lo haga contigo.

Angus sonrió igual de amable, no era de las que se amilanan por amenazas floridas de mujeres que no están en situación de cumplirlas.

—Los cuerpos de operaciones especiales sois parte de la red araña, somos como hermanas.

—Me cago en los parentescos.

—Yo soy exploradora —suspiró Angus al cabo—, he mascado polvo muchas veces.

—Ya —dijo Marota distraída—, por eso me caes bien.

Junto al muelle esperaba un legionario, de más o menos la edad de Marota y aire de veterano, llevaba la bruñida coraza negra y el casco de Hormigón Mantis puestos. Nada más verlas acercarse lanzó su canuto al suelo y lo aplastó con el pie, rascándose la barba que cubría su anguloso mentón, esperando ordenes. Otro legionario con uniforme de piloto de helicópteros e incómodamente joven, un efebo recién salido de la Academia, se acercó a ellas solicito. Marota le tiró el petate con un movimiento de vaivén, el chaval lo recogió al vuelo y siguió camino delante de ellas. Angus admiraba el paisaje con una beatifica sonrisa.

—Esta amable ricura es Cuatro Dedos —sonrió Marota— ¿te gusta su culo, a que sí, eh? Pilotara el helicóptero. El Hormigón es uno de mis mejores vínculos, mi otro brazo. Si le tocas el culo te mato —masculló sin dejar de sonreír—. ¡Cuatrode, Neumático, esta es Angus, la puta de la que os hablé!

Ambos se encogieron de hombros.

Marota se detuvo, tomo aire y escupió el cigarro, dándole suficiente impulso para llegar hasta el agua, cayendo entre las hélices del submarino y la proa del Hogar naval de las pescaderas, donde se apagó en una nubecilla de vapor. Miró a Angus satisfecha de su hazaña.

—¿Solo vamos a ser nosotras cuatro? —se extrañó Angus.

—Nos llevan al nodo del golfo, el del Mar de Cenizas yanqui, ya lo conoces, allí hablaremos. Ahora nos toca irnos a hacer turismo por el caribe como dos rojas jubiladas.

Como todos los Hogares de guerra sumergida de la flota de La Red aquél se componía de dos submarinos, largos, abombados y de redondeadas torretas, y un Hogar de apoyo, de cien metros de eslora, donde vivían las tripulaciones fuera de turno de servicio y donde crecían las hijas de las pescaderas, las oficiales navales. La marinería del Hogar soltaba amarras, entre el griterío de la chiquillería sobre cubierta, pero el submarino, en cambio, parecía perfectamente desierto y cerrado.

Marota lo observó malhumorada en toda su longitud, con las manos plantadas en las caderas. 

—Putas pescaderas... —masculló— ¡A del barco, tenemos que navegar! ¿Por donde se entra en esta jodida polla gigante?

...y hasta aquí puedo leer...

Y el mapa del mundo de Lana, claro, se puede hacer grande si le dais un click...


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