lunes, 28 de septiembre de 2015

La Carnicera Triste

No sé para que hago auto-concurso de blog, porque me da que la que será mi primera novela, al menos por ahora, ya esta casi decidida. Ya va siendo hora que sepáis de ella, va de eso del amor que tanto mola... Digamos que es una versión bastante dinamitada de Romeo y Julieta, y una historia de amor post-apocalíptica donde nada queda en píe, y una novela supuestamente dedicada al publico femenino que empieza con una batalla seguida de una orgia, para horror de improbables editores del futuro. Dinamitada quiere decir que Julieta tiene 35 años, es una veterana que hace milenios que dejo de ser virgen y madre de dos hijas. Como muestra, una pequeña presentación... 


Romeo y la Mantis



La Carnicera Triste

¿Cuáles son los colores de las mujeres? ¿Dime, hombre civilizado? Seguro piensas ahora en tintes de cabello, niñas vestidas de rosa, vestidos de boda, colores de temporada, pasteles y flojeras. Débiles, pues habéis convertido a vuestras mujeres civilizadas en borregas asustadas que se sienten agredidas por cualquier color de verdad. No, los colores de las mujeres no son el rosa, ni el blanco, ni los pasteles, ni siquiera el violeta, tan querido por vuestra escoria igualitaria de antaño. Eufemismos de los verdaderos. Yo te diré cuáles son, mi pequeño civilizado. Los colores de las mujeres son el color negro, como la noche que domina el cosmos, como la profundidad de nuestros vientres, como la frontera entre la vida y la muerte; y el color rojo, como la sangre que da la vida y brota de nuestras rajas en cada ciclo, como los ríos que corren por la venas de la tierra y la pasión que alimenta cada uno de nuestros vínculos de carne. Negro como el vacío de la muerte, rojo como el dolor de las heridas recién cortadas. ¿Te parece estúpido, pequeño hombre temeroso de tu dios imaginario? ¿Una guarrada hacer color de bandera de algo tan sucio como la sangre menstrual que tanta inseguridad produce a tus mujeres? ¿Te parece gracioso? No lo es, el mundo de las mujeres, mi mundo, es un mundo de dolor. Nos duele al parir, nos duele cada mes, nos duele ver morir nuestros vínculos, nos duelen los huesos en la senectud, nos duele cuando nos rompen el corazón, nos duelen los corazones que rompemos, nos duele rajar cuellos, como voy hacer con el tuyo, ahora. ¿Escuchas mis jadeos junto a tu oído, mi aliento caliente susurrar trémulo sobre tu piel? Ya no te gusta ¿verdad? Notas el duro frío de esta guadaña en la garganta, sus agudos dientes rasgando tus tejidos. Te da miedo el dolor, pero nosotras no le tenemos miedo, nosotras lo conocemos y celebramos, el dolor es parte de nosotras, es nuestra vida, lo que nos hace fuertes. Pero para ti, para ti, hombre, dolor solo significa enfermedad y muerte. Por eso lo quieres borrar de tu débil mundo civilizado. El mundo del hombre, porque en un mundo de mujeres el dolor es placer. Amar es sufrir, la vida es dolor. Te parto la nuez, cartílago, quebrado, el aire se escapa, la sangre se derrama, ya no llega a tu cerebro, esos sesos que tanto te has comido pensando en nosotras. Ya no lo harás nunca más, nunca. Te cortaré la cabeza y me la comeré, y con tus pedazos alimentaré a mis hijas. Vas a ser Padre, siéntete orgulloso. ¿Ves esa luz al final del túnel? Nadie te espera ahí, cuando llegues no habrá nada, tus neuronas gritan histéricas pidiendo oxígeno, agonizan, eso es todo, muerte, fin, no hay nada más después. Solo estamos nosotras, nuestra carne y tu sangre dentro de nuestras hijas. Eso es lo único que quedara de ti. Dame las gracias, dame las gracias. Ya llegas, ya llegas. Se apaga, se apaga, tranquilo, pequeño, solo se apaga. Es el final, el final, ya, ya, ya… Te regalo el descanso de la muerte, vuelves a mí...

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