lunes, 7 de septiembre de 2015

La Verdadera Aventura

Retorna la sección esta de los palabros mios, Facebook y la necesidad de decir tantas cosas a esa mujer maravillosa para las que eres invisible como hombre han creado un nuevo genero epistolar: la carta de amor indirecta.   

La Verdadera Aventura

Sobre las verdaderas aventuras… El viernes iba en el autobús y sonó esta canción, justo la que necesitaba oír, perfecta para su episodio. ¿Sería lo bastante hombre para ella? Mucho te tienen que estar cambiando alguien los esquemas para que de pronto te hagas una pregunta tan vintage. Ella desea un hombre de verdad, con el que vivir aventuras. ¿Y hoy en día, que es una aventura? ¿Qué puede ofrecer un hombre a una mujer de insospechado corazón salvaje? En el planeta parece quedar poco sitio para auténticas aventuras. Pero el medico nos las receta para mejorar nuestra salud física y mental, pues, pese a todo, todavía somos simios aventureros a los que la poltrona pone enfermos. Sobre todo a aquellos que son de espíritu aventurero. Como es el mío… aunque nadie lo crea cuando me ve tener miedo de bajar un escaloncito. Pero lo bajo, ese es el punto. Cuando me siento libre y calientan mi ánimo bajaría acantilados y me iría a explorar lo que sea, por donde sea, por ella, con ella. Ese es el segundo punto, pues soy de esa escuela. Al verme la chamana le dijo a mi madre que yo era un niño de mucha vitalidad, hoy, ya de bastante adulto, por falta de hembra me paso el día dando vueltas por casa como una fiera enjaulada, aullando en silencio, mientras mi madre llora, también en silencio.

Para cumplimentar la receta del médico el mercado nos ofrece toda clase de sucedáneos. Esos que llaman deportes de aventura pueden resultar divertidos, y puedes matarte, pero no son más que pequeños teatritos donde fingimos vivir aquellas aventuras de nuestros ancestros. Morir haciendo un teatrito no resulta glorioso, resulta estúpido. Nadie escribirá sagas sobre nosotros por eso. Coger un avión e irse al sur a conocer una mujer exótica más allá del muro puede sonar bien, pero no tiene nada de heroico en tiempos de  redes sociales y vuelos low cost. ¿Realmente, qué le demuestras con eso? Captura un dragón, ven montado en él y enséñale a montar para que juntos capturéis otro más grande solo para ella, y rojo metalizado. Eso merece una canción y es un regalo digno para merecerla. Tristemente no existen los dragones color rojo metalizado. ¿Turismo, viajes de placer? Un buen método para prostituir culturas milenarias y destruir paraísos milagrosamente preservados, hasta que alguien los hizo virales. ¿Excursiones por la naturaleza? Si está organizado, vas en autobús y el caminito esta trillado, no es una aventura, es un paseo por el parque, aparte que la naturaleza es cada vez más como un museo gigante. En resumen, llamar aventura a cualquier cosa llamada aventura hoy en día es como llamar amor verdadero a algo por lo que pagas en una noche triste. No, una verdadera aventura es afrontar dificultades imposibles en las que te juegas la vida sabiendo que al final vas a morir. Levantar la cabeza cuando todo va peor porque tienes que llevar el botín a tu reina dorada, y quieres hacerla reír un día más.

Cuando las mujeres estaban en el centro de la cabaña, los hombres teníamos que cazar, explorar, y descubrir que tesoros había más allá del abismo sin fondo para merecer que ellas nos dejaran sentar en su mesa y disfrutar del calor de su hogar. Hasta que un señor oscuro, mezquino y cobarde les quebró las piernas y las ato a su cama para proclamarse rey y obligarnos a trabajar para él. Desde entonces vivimos en su mundo, donde todo es fácil para los codiciosos y cobardes, que no merecen ni señora, ni clan, ni descendencia. Las auténticas aventuras eran las de entonces, antaño, cuando tenías que cruzar las montañas sin saber que había detrás ni si podrías volver, adentrarte en el mar brumoso sin mapas, brújula o GPS, coger el barco luengo y bajar al imperio del emperador latino para ganar la gloria y riqueza como miembro de su guardia. Pues sabes que tu reina se las sabe apañar muy bien sola, y si no haces eso, se olvidara de ti. Has de complacer su instinto animal. No el de tu jefe que cobra más de lo que merece y más que las demás guerreras que lo merecen mucho más, sino el de tu señora. La estrella polar, el eje del compás que clavas en tu mapa para trazar la ruta, el centro y guía de tu vida.

Las verdaderas aventuras son las que se hacen contra todo, aterrado bajo un vacío que no entiendes, entre monstruos y bestias totémicas, las que se hacen para ganarse una vida. Yo he vivido aventuras así, porque atravesar una enorme ciudad sentado en una endeble sillita yendo  por la calzada mientras los camiones silban a tu lado, recorrer una carretera en la noche con la batería agotada y una rueda pinchada alumbrado por los faros de los coches, o hacer que mis fieles guerreros suban la infinita escalera del metro cargando con mi trono con el peligro de caer rodando y descalabrarnos todos, eso, son aventuras. Aquellas que hice por señoras que nunca llegaron a ver mi espíritu tras la armadura, o tan solo persiguiendo una vaga esperanza, pero, sin embargo, impelido por la fuerza del instinto, ignorando los más sensatos razonamientos de los viejos, obedeciendo poderes más antiguos y sabios, esos que hacen girar las galaxias y las espirales de ADN. Todo, para terminar la jornada soñando con una compañera que sintiera los mismo que yo al ver las estrellas colgar del éter sobre nuestras cabezas, solo, junto al zumbido de un poste eléctrico y el resplandor de tormentas lejanas.

He visto cosas que nunca creeríais, pero siempre solo.

Tras una vida sin fortuna causada por la maldición, ahora que empiezo a peinar canas, se podría esperar que por fin me diera por vencido y me rindiera. Pues ella ya tiene sus hermosos ojos puestos en un lejano aventurero virtual, seguramente más joven y musculoso. Pero no voy a hacerlo, porque al lado de un viaje a algún paraíso artificial construido para turistas, yo puedo ofrecer una auténtica aventura, de esas para ganarse la vida. Porque la vida junto a alguien como yo es una continua lucha contra la adversidad y las voces que claman que es imposible, que un pobre mortal cojo nunca podrá complacer a una diosa. 

¿Sería lo bastante hombre para ella? Oh, sí. Porque pese al miedo y la confusión, en ese autobús supe que sería capaz de hacer por ella, con ella, cosas que hasta hace poco consideraba fuera de mi alcance, cosas en las que ya no podía pensar. Si ella estuviera dispuesta a embarcarse conmigo, primero tendría todo mi amor, con solo desearlo, después se divertiría en cada viaje, pues nunca sé con qué dificultades me puedo encontrar en el camino, y por fin, estaría con alguien, no solo capaz, si no ya dispuesto a complacer sus más profundos instintos animales. Otros pueden darle una vida más fácil, sí, más corriente, una historia tan repetida que ya nadie cuenta. Decidme, amigos, ¿qué historia es mejor, la de la princesa que se casa con uno de su clase y comen perdices por el resto de la eternidad, o la bonita historia de la princesa que se casa con el sapo, sin transformaciones por medio, y viven una vida de locas aventuras y retos imposibles, pero con la mayor gloria tras cada victoria?
    
Esa es la auténtica aventura, una sobre la que compondrían canciones y escribirían sagas.

La otra… bostezo.
  
Poned la canción para los títulos de crédito.

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